La noche estira su sábana y el puma
me observa, alerta y frío, detrás de la espesura.
Es quizá, tal vez, mi memoria o mi conciencia.
La mortaja de luna me cubre hasta el aliento.
Soledad, un vacío, es todo lo que siento.
Estoy sólo, sin ella, sin mí entonces.
Mi sangre se ha marchado, siguiendo otro latido,
Ya no respiro, sólo un gemido
me marca el tiempo, en lentísimos avances.
Por que la amo le dije, ese momento
disimulando una adultez suicida:
Hoy te alejas por siempre de mi vida,
como en el tango, por hoy, filosofemos:
Cada cual tiene sus penasy nosotros las tenemos...
Esta noche beberemos
porque ya no volveremos a vernos más...
Y aunque mi voz, y mi alma, se estremecen
Yo le dije: Tendrás, te lo aseguro,
un nuevo amor, y un mejor futuro.
El brindis del final, que se merecen
quienes aceptan que todo ha terminado.
Hoy vas a entrar en mi pasado
y hoy nuevas sendas tomaremos...
¡Qué grande ha sido nuestro amor!...
Y, sin embargo,
¡ay!,mirá lo que quedó...".
¡Qué noble soy, y qué estúpido, qué idiota!
Si yo no la amo tanto, hasta desearle
un futuro si mí. Quiero matarle
cualquier amor posible.
Pero rota
En mi toda esperanza, tengo cita
Con el puma que espera, mi maldita
y triste despedida, mi derrota.
-- Carlos Adalberto Fernández
martes, 23 de junio de 2009
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